jueves, 17 de noviembre de 2011

Abundancia roja

No hace tantos años, tenía absurdamente a gala mi completa ignorancia sobre temas económicos. Me parecía obvio que las páginas salmón de los diarios, dejando aparte las ofertas de trabajo, no tenían interés alguno para las personas cabales, que se limitaban con buen criterio a las culturales y las de deportes (las de ciencia, al menos en los diarios generalistas, también debían examinarse con precaución).

Como de forma por lo demás irritante aducen las personas religiosas respecto a Dios, aunque uno no crea en la Economía la Economía sí cree en uno, y aquí estoy unos años más tarde sin saber mucho más sobre el tema pero mucho menos ufano de mi ignorancia, por más que a mis ojos profanos mucha de la cháchara económica que se escucha por ahí siga sonando a una mezcla de pseudociencia y teletienda.

En la visión simplista a la que me condiciona el desconocimiento, el sistema económico, dominado por ese ente informe denominado "el mercado" parece un toro de rodeo imposible de dominar. La supuesta misión que, desde una perspectiva de lo que antes se llamaba "izquierdas", debería tener el estado, es decir, redistribuir la riqueza y garantizar unos servicios públicos de calidad, se ve prácticamente imposibilitada por su incapacidad por controlar los movimientos económicos. Ingenuamente, parece que una solución pasaría por no reducir la capacidad económica de los estados, sino incrementarla. Ahora bien, durante el siglo XX ya ha habido varios experimentos de economía controlada por los estados en vez de por los mercados, y ya sabemos cómo acabaron. Y no sólo está la cuestión espinosa de que, sin excepciones, fueran de la mano de regímenes dictatoriales y crímenes masivos; es que, además, desde un punto de vista puramente económico, resultaron un fracaso.

"Abundancia roja" de Francis Spufford es un libro que trata el breve intervalo, a finales de los años 50 y primeros 60, durante el que la Unión Soviética realizó un esfuerzo por racionalizar la economía a través de las fuerzas entonces nacientes de la cibernética, con el objetivo de hacer del pueblo soviético el más rico del planeta. Fallecido Stalin, el recién llegado al poder Kruschev pretendió superar a los Estados Unidos no sólo en la carrera espacial, sino en la prosperidad y la abundancia a disposición de sus habitantes. El tratamiento que hace Spufford de este periodo contiene elementos de ficción y de historia tradicional: es una novela que relata acontecimientos reales (lo que los anglosajones llaman "faction") a través de episodios dramatizados en los que intervienen personajes reales (el propio Kruschev, matemáticos y economistas como Kantorovich y Nemchikov) y figuras ficticias creadas por Spufford. Se trata por tanto de una novela de ideas, calificativo que suele aplicarse de manera peroyativa, como si las ideas fueran un tema del que el arte debería mantenerse alejado. (Puede que sea la edad pero algunas cosas que más me han interesado últimamente, como los documentales de Adam Curtis, las obras de Tom Stoppard o éste libro, tratan específicamente sobre ideas). Spufford reconoce haber tomado como modelo la trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson; "Abundancia roja" se lee como una novela de ciencia ficción sobre el pasado cercano. En sus páginas se menciona la obra de los hermanos Strugatski, las figuras máximas de la SF soviética y de los que también se acaba de editar un libro que todavía no he leído pero me parece muy prometedor, "El lunes empiezan el sábado".

Ya sabemos cómo acaba la historia: Spufford decía en un artículo que el periodo que describía había quedado "crushed flat by hindsight". Nuestros líderes económicos seguramente aducirán que los hechos confirman la posición de que la economía de libre mercado es la única forma posible de conseguir que grandes grupos de personas vivan en la abundancia. Informándome sobre este libro he descubierto con cierto alivio que, pese a lo que parece, no se trata de una verdad reconocida universalmente, y que existen actualmente científicos como Paul Cockshott (autor de "El socialismo del siglo XXI") que están intentando imaginar una economía centralmente planificada que supere las limitaciones y los errores de sus antecesores. El propio Spufford concluye el libro con una nota de esperanza: aunque sus héroes han fracasado, su esfuerzo es importante; lo contrario sería reconocer que no hay alternativa a la rendición ante las fuerzas impersonales del mercado.

Cuando tuve noticias de este libro, me pareció que su indefinición genérica (no es ni una novela ni un libro de historia) hacía improbable su publicación en España, y adquirí la edición inglesa. Me he quedado agradablemente sorprendido al ver estos días que ha sido ya traducido y editado en Turner (editorial que, por cierto, no es la primera vez que me da una sorpresa de este tipo).

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Recomendado con reservas

Durante las 3 horas y media que dura "George Harrison: Living in the Material World", el documental de Martin Scorsese sobre el fallecido guitarrista de los Beatles, se repite una y otra vez que Harrison era un hombre con dos caras. Una, la más conocida, la de filántropo promotor del concierto de Bangla Desh, embarcado en una incesante búsqueda espiritual, discreto pero talentoso colaborador en la sombra de los geniales Lennon y McCartney, creador de algún memorable disco en solitario; la otra, la de mujeriego compulsivo propenso a las adicciones y los accesos de ira. Este lado oscuro, al que se alude repetidamente, está sin embargo prácticamente ausente de la película, aparentemente controlada por la familia y los amigos de Harrison, y termina por funcionar como una especie de amputado miembro fantasma. Da la impresión de que Harrison, genial músico, compositor ocasionalmente inspirado y mediocre letrista, fue una persona que daba para una película más interesante que la que ésta ha acabado siendo, una película a la que se invoca pero que no llega a hacerse presente. "Living in the Material World" sigue el modelo de entrevistas y material de archivo de "No Direction Home", el documental de Scorsese sobre Bob Dylan, pero tiene el problema añadido de que cubre un intervalo temporal mucho mayor, lo que hace que muchos momentos potencialmente interesantes queden apenas mencionados. De todas formas, al beatlemano que llevo dentro los mencionados doscientos y pico minutos llenos de imágenes poco conocidas y música maravillosa se le pasaron volando, y Scorsese, probablemente el cineasta vivo más técnicamente virtuoso que existe, podría hacer un documental interesante con este material incluso medio dormido.

Harrison hizo sus pinitos como productor cinematográfico con la compañía Handmade, creada para financiar "La vida de Brian" (1979) y que produjo otras películas de interés como "Los bandidos del tiempo" y "Withnail y yo". Jordi Costa comentaba en Facebook hace unos días que Harrison despidió a todos los empleados de Handmade por fax; "Living…" no hace mención alguna a este hecho, pero sí alude brevemente al escándalo que se produjo con motivo del estreno de "La vida de Brian", e incluye imágenes del famoso debate televisivo que enfrentó a dos de los miembros de Monty Python, John Cleese y Michael Palin, con dos detractores de la película, el periodista Malcolm Muggeridge y el obispo de Southwark. El lunes, como alternativa al previsiblemente tedioso "cara a cara" entre Rajoy y Rubalcaba, escogí ver "Holy Flying Circus", la película que la BBC ha dedicado al episodio. Escrita por Tony Roche, uno de los guionistas de "The Thick of It" y "In the Loop" (ya se sabe que tradicionalmente en la televisión británica el nombre a destacar es el del escritor, no el del director, en este caso Owen Harris), "Holy Flying Circus" no pretende representar los hechos tal como ocurrieron ("es todo inventado, como la Biblia", se dice en algún momento), sino reflexionar sobre la capacidad de ofender del humor y, sobre todo, rendir un afectuoso homenaje a Monty Python que incluye personajes con variados impedimentos del habla, animación con recortables, hombres travestidos, anacronismos, extraterrestres, grupos religiosos con tendencia a la disensión interna y Jesús soltando ventosidades. El mensaje queda en ocasiones demasiado subrayado, los villanos son meras caricaturas y en general hay un esfuerzo ostensible por ser "inteligente", pero de manera similar al documental de Scorsese, el fan de Monty Python tiene motivos de sobra para el disfrute, de los cuales no es el menor un reparto afortunado, con un Charles Edwards poseído por el espíritu del "hombre más agradable del mundo", y la siempre agradecida presencia de Mark Heap. Terminado el visionado, uno no puede evitar comparar programas como éste, fallidos pero imaginativos, arriesgados y rebosantes de talento, con la producción más prestigiosa de nuestra televisión pública nacional, sin ánimo de faltar al respeto a los profesionales que hacen "La hora de José Mota", "Cuéntame" o "Águila Roja".

lunes, 7 de noviembre de 2011

Martin Scorsese, crítico de cine

Es muy posible que el lugar de Martin Scorsese en la historia del cine esté hace tiempo grabado en piedra y que ninguna de sus películas de los últimos lustros, digamos que desde "Uno de los nuestros" (1990) o "La edad de la inocencia" (1993), haya sido capaz de reproducir la capacidad de impacto de sus primeras obras, aunque no carezcan de interés (a mí por ejemplo "Shutter Island" me gustó mucho). De lo que no cabe duda es de que el hombre, que este mes cumple 69 años, conserva intacta la capacidad de trabajo y, lo que es más importante, su amor por el cine. El pasado junio en el "Cinema Ritrovato" de Bolonia se presentaba un documental suyo sobre Fran Lebowitz, se exhibía otro sobre Elia Kazan, se proyectaba una restauración de su "Taxi Driver" en la que había intervenido directamente y otra de "El ladrón de Bagdad" impulsada por él. Estos días se ha estrenado su documental sobre George Harrison y dentro de unas semanas se estrena "Hugo", su debut simultáneo en el cine familiar y en el 3D (y en el que por cierto tengo depositadas, de manera quizás algo arbitraria, bastantes esperanzas).

Quienes hayan visto "Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano" (1995) y "Mi viaje a Italia" (1999) conocen que el entusiasmo del director italoamericano por el cine está respaldado por un conocimiento amplio y un criterio personal sólidamente fundado, cualidades que lo acreditan como potencial buen crítico de cine. Hasta hace poco yo desconocía por completo este aspecto de su trabajo, pero desde hace unos años, en la revista de un distribuidor de televisión por cable estadounidense (DirecTv) y en su página web ha venido publicando una columna en la que comentaba brevemente algunas de las películas que se programaban en alguna de las cadenas del paquete (habitualmente TCM). La columna se interrumpió a finales del año pasado, y los contenidos han sido retirados al menos momentáneamente del sitio web (tengo la esperanza de que esto se deba a una posible futura publicación en forma de libro); en cualquier caso, el navegante experto podrá, como hice yo, recuperar la mayor parte de ellos. Además, desde el mes de Octubre Scorsese colabora con una columna similar en TCM.com.