Queda ya atrás la temporada de Halloween, aunque aún colea la relectura de “Salem’s Lot” (antes conocida como “La hora del vampiro”, y “El misterio de Salem’s Lot”), que por cierto está resultando tan entretenida como la recordaba. En estas semanas he revisitado alguna vieja favorita, y he aprovechado para rellenar dos huecos fundamentales en la filmografía del aficionado al terror.
“Zombi” (Dawn of the Dead, George Romero, 1978) es, más aún que “La noche de los muertos vivientes” la película que dio forma más o menos definitiva al concepto actual de zombi (por contraposición al zombi “tradicional” procedente de la tradición del vudú haitiano). En “Zombi” Romero, con la ayuda de Tom Savini en los efectos visuales, y sustentado por un presupuesto más holgado que el de su debut, sube el nivel de explicitud visual, introduce un elemento humorístico (las famosas escenas de los zombis tropezando en las escaleras mecánicas) y sobre todo, subraya el componente social, motivo este probablemente del prestigio y la perdurabilidad de la película. Los protagonistas de “Zombi” se encierran en un centro comercial sitiado por muertos vivientes que no pueden evitar volver al lugar que había sido el centro de sus vidas “normales”. Los protagonistas vivos se construyen un (efímero) paraíso consumista en ese lugar en el que todos los bienes de consumo están a su disposición, y al que intentan incansablemente acceder los muertos vivientes desposeídos, como pordioseros que ven las riquezas a través de los escaparates. No serán los zombis quienes acaben con este paraíso, sino otros vivos que les disputan el territorio. Como casi siempre en las películas de muertos vivientes, hay una sensación desde el primer minuto de la futilidad de los esfuerzos de los “héroes” por escapar a su inevitable destino de ser devorados: los zombis somos nosotros mismos, y por tanto no hay huida posible.
“Suspiria” (Dario Argento, 1977) ha sido mi descubrimiento de la temporada, casi comparable a la revelación que tuve hace dos años viendo “Hasta que llegó su hora”. La comparación con Leone no es casual; como muchos otros cineastas italianos, Argento procede del sistema comercial italiano, en el que se explotaban los géneros “clásicos” americanos (el western en el caso de Leone, el policiaco en el caso de Argento) con cierta escasez de medios pero con vocación comercial y aspiraciones de llegar al mercado internacional. Ambos construyeron su propia personalidad como cineastas a través de una ruptura con el clasicismo, entendido como “equilibrio”, optando por la vía del exceso y el barroquismo. “Suspiria” es la primera, y una de las pocas, películas de Argento en la que se introducen en el argumento elementos sobrenaturales. Se concibió como primera parte de una trilogía dedicada a “Las tres madres”, brujas malignas dedicadas a sembrar el terror y el caos en el mundo; la trilogía continuaría en “Inferno” (1980) y se cerraría con “La tercera madre” (2007).
“Suspiria” cuenta la historia de Suzy Banyon, una aspirante a bailarina que llega a una prestigiosa escuela de danza en Friburgo (Alemania) y se ve envuelta en una serie de crímenes. Ya he mencionado antes que el fuerte de Argento no es lo argumental sino lo visual, y si “Suspiria” ha quedado como una de las grandes películas de terror de la historia del cine, y desde luego muy por encima de la obra posterior de Argento, es debido al asombroso despliegue fotográfico, de planificación, y de montaje realizado por el cineasta y su director de fotografía Luciano Tovoli. Un uso nada convencional del color (“Suspiria” fue la última película procesada en auténtico Technicolor) permite a Argento crear un ambiente onírico y alucinatorio en el que lo de menos es la explicación más o menos lógica de lo que se nos muestra. Dicen los expertos que casi todos de los tics autorales de su director están presentes: insectos, crímenes espectaculamente macabros, planos subjetivos del asesino al acecho; espero confirmarlo con el próximo visionado de la otra entre sus películas que tiene un respaldo crítico más o menos consensuado (“Profondo Rosso”, de 1974)
La protagonista de “Suspiria” está encarnada por Jessica Harper, la cual se ha convertido, gracias a esta película y a otro clásico como “El fantasma del Paraíso”, en mi scream-queen favorita. También vale la pena mencionar que la malvada directora de la academia de baile está encarnada, en su último papel para la pantalla, por la gran Joan Bennett, musa de Fritz Lang.
Para los que sepan inglés, hay un análisis bastante interesante de la película en Kinoeye en el que se describe a Argento como “el reverso tenebroso de Disney”, y se relaciona “Suspiria” con “Blancanieves y los siete enanitos”.