Ya me molestaba cuando se lo veía a Iñaki Gabilondo. En su informativo para la Cuatro de vez en cuando entrevistaba personalmente a un prócer. En mitad de alguna respuesta, había un corte y la cámara pasaba de enfocar al entrevistado a centrarse en el entrevistador escuchando la respuesta con gesto atento y reflexivo, quizás asintiendo levemente con la cabeza. Era un plano que no aportaba nada a lo que ostensiblemente era el objeto de interés, es decir, lo que el entrevistado tuviera que decir sobre el tópico en cuestión. Lo que nos comunicaba es que el entrevistador era también (si no más) un protagonista de la escena, y de que se trataba de un intelectual del mismo calibre que el entrevistado, capaz de mantener un diálogo de igual a igual en el que sus reacciones eran tan dignas de atención como las recíprocas. Ni que decir tiene que aquello me parecía un signo de un narcisismo atroz, apenas justificable en un periodista estrella de larga trayectoria, y reconocido prestigio y bla, bla, bla, pero bueno, era un toque personal en algo que se entendía como un informativo “de autor”.
Hete aquí que ahora todas, o la mayoría, o por lo menos demasiadas (no soy un estudioso de los informativos) las entrevistas que aparecen en los telediarios incluyen el contraplano del entrevistador escuchando con gesto serio y aparentemente comprensivo. No se trata de periodistas estrella, sino del último becario contratado; no están hablando con un Premio Nobel, sino con un ama de casa sobre el impacto en su cesta de la compra del precio del centollo o un propietario de bar al que se le ha inundado el local en las últimas tormentas. Parece más bien un apartado del libro de estilo de las cadenas, o algo que les enseñan a los licenciados de periodismo en la Universidad. ¿Qué está pasando aquí? ¿A nadie le parece raro? ¿Qué se pretende transmitir? ¿Una cara humana del periodismo?
martes, 23 de noviembre de 2010
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