viernes, 24 de febrero de 2012

Un Oscar para Hank Scorpio

Tenía pensado escribir esta entrada hace un mes y hacerla coincidir con la publicación de las nominaciones a los Oscar de Hollywood. En aquel momento, la presencia de Albert Brooks en el apartado de "Mejor actor secundario" se daba prácticamente por hecha, y llegado el momento muchas voces se apresuraron a coronarlo como "biggest snub" de las nominaciones. No sin motivos: el villano que Brooks encarna en "Drive" es quizás lo más memorable de una película interesante pero que probablemente no tiene tanto poder para perdurar como algunos pensábamos hace unos meses.

El motivo que me impulsó a desear escribir una entrada sobre Brooks es la curiosa percepción que los aficionados al cine españoles, en el supuesto de que sepan quien es, pueden tener sobre él. Curiosa en el sentido de que es seguramente muy diferente de la de su equivalente norteamericano. Admitiendo que estoy extrapolando salvajemente a partir de mi propia experiencia, mi impresión es que para el cinéfilo hispano Brooks es un excelente secundario que hizo su debut nada menos que en "Taxi Driver" de Martin Scorsese, fue nominado al Oscar por "Al filo de la noticia" (1987), dirigida por James L. Brooks (no son parientes, aunque como veremos su relación profesional ha sido estrecha) y se ha prodigado escasamente desde entonces, con apariciones en películas como "Un romance muy peligroso" y la serie de televisión "Weeds".

El párrafo anterior contiene un elemento parcialmente engañoso: hace unos cuantos años, casi por casualidad, fui consciente de otra parte de la carrera de Brooks que al espectador español le ha sido escamoteada sistemáticamente, pero que le ha proporcionado sus mayores ingresos durante los últimos años: su trabajo como actor de doblaje en animación. En estos días en que acaba de emitirse el episodio 500 de "Los Simpson" (una serie co-creada y producida por James L. Brooks) en varios lugares se han recordado los episodios más memorables de la serie; en el blog de Alan Seppinwall se proponía a los lectores que escogieran un único episodio, el primero que les viniera a la mente. Está claro que si se para uno a pensar, aunque solo sea unos segundos, le vienen a la mente decenas de momentos memorables, pero con las condiciones impuestas por Seppinwall, mi ganador no tenía dudas: "Sólo se muda dos veces" de la excepcional octava temporada (1996), el episodio en que Homer se muda fuera de Springfield para trabajar en el proyecto nuclear de Hank Scorpio, un jefe perfecto que además resulta ser un supervillano jamesbondiano que pretende chantajear a todas las potencias mundiales. El lector habrá adivinado, si no lo sabía ya, que en su versión original la voz de Scorpio venía proporcionada por Albert Brooks. Lo que distingue las apariciones de Brooks como invitado en "Los Simpson" (ha habido varias, incluida un papel principal en la película cinematográfica) de las de otras estrellas invitadas es que Brooks improvisa extensamente, con el beneplácito de los productores y guionistas, que luego seleccionan para la versión final del episodio los fragmentos más memorables. La personalidad de Brooks en el episodio se deja sentir de manera tan poderosa que cuando 8 temporadas más tarde volvió a la serie, interpretando al instructor de un campamento para niños gordos, tuve, a pesar de que vi ambos episodios doblados y con los créditos finales cortados, tal como habitualmente los emite Antena 3, la convicción inmediata de que los dos personajes procedían del mismo creador. Un poco de investigación me llevó al descubrimiento de que ese creador era Brooks, y a enterarme de que el papel más taquillero de su carrera había sido el de Marlin, el atribulado protagonista de "Buscando a Nemo".

miércoles, 1 de febrero de 2012

Actualizaciones

La lógica editorial y la costumbre dan como resultado que las listas de lo mejor del año se confeccionen, con anticipación variable, a finales del año en cuestión. Como consecuencia, sucede a menudo que los productos que se estrenan muy a finales de año no llegan a tiempo, y los que aparecen a principio corren el riesgo de quedar sepultados en el olvido cuando llega el momento de confeccionar la nueva lista. A buen seguro, de haber llegado a tiempo, en mi lista de películas del año pasado hubiera incluido "El Havre", de la que hablo un poco aquí, y que se estrenó la última semana de Diciembre; "Los descendientes" se estrenó la primera semana del año y, considerada como película del 2011, probablemente también habría merecido mención que tendrá que ser pospuesta a una lejana (e hipotética) lista del 2012.


Aunque no al mismo nivel que las mejores series que del año pasado, mi post sobre televisión también habría incluido alguna mención a "Black Mirror", la serie de Charlie Brooker para la BBC que se emitió en el Reino Unido en Diciembre. La miniserie de tres episodios testimonia su preocupación con el uso irreflexivo de la tecnología y los medios de comunicación que no será extraña a quien conozca, aunque sea parcialmente, la obra del creador de "Dead Set" y "How TV Ruined Your Life", colaborador de Chris Morris en "Brass Eye" y "Nathan Barley". El impulso satírico de Brooker se transforma en tres historias independientes que ponen al día con éxito el modelo de la ciencia ficción estadounidense de los años 50 (entre sus referentes, tanto o más que series de televisión como "Twilight Zone", está la narrativa de escritores como Robert Sheckley, Fredric Brown, Frederick Pohl y Cyril Kornbluth) aunque a veces se deja llevar por la tentación del subrayado que recuerda el infame momento de "Dead Set" en que un personaje señala a un grupo de zombis devorando cadáveres y exclama "¡El público británico!".

Tampoco es perfecta la segunda temporada de "Sherlock", estrenada el primer día de Enero, pero sus defectos (unos argumentos que se apoyan demasiado en lo enrevesado y lo inverosímil, una caracterización del personaje de Moriarty cuando menos discutible) no impiden que sea uno de los productos más gozosamente disfrutables no sólo de lo que va de año sino de varias temporadas. Como en el caso de tantas parejas literarias y cinematográficas, desde Alonso Quijano y Sancho a Nero Wolfe y Archie Goodwin pasando por Bertie Wooster y Jeeves, el verdadero placer de los relatos originales de Conan Doyle no está en la trama sino en los momentos de interacción entre los protagonistas; la baza principal de la serie es, necesariamente, la química entre sus protagonistas. A Martin Freeman ya lo conocíamos, y queríamos, desde la versión original de "The Office"; Benedict Cumberbatch es, sin medias tintas, una estrella a la que estamos viendo eclosionar en tiempo real. Además, Moffat, Gatiss y sus guionistas han sabido trufar los episodios de ingeniosos guiños al lector holmesiano que (a ver como digo esto sin sonrojarme) me han recordado los momentos más memorables de "Smallville", otra puesta al día de un mito de la cultura de masas que salvaba ocasionalmente sus rutinarios guiones y sus irregulares interpretaciones gracias a esos pequeños instantes en los que el lector de comics reconocía con un breve y placentero estremecimiento alguna de sus queridas referencias.