jueves, 18 de febrero de 2010

Cabeza llena de napalm

“I’m a street walking cheetah with the head full of napalm / I’m the renegade son of a nuclear H-bomb” Cuando era más joven e ingenuo, Iggy Pop al frente de los Stooges representaba todo lo que era indomable, irreducible e inasimilable por el, llamémoslo así, Sistema. Sencillamente, había demasiada rabia, nihilismo, electricidad en ese sonido como para ser digerido por las masas conformistas. Hasta que en 1996, con ocasión de los Juegos Olímpicos de Atlanta, Nike produjo un impactante anuncio en el que sonaba… “Search and Destroy” de los Stooges. Con casi treinta años me di cuenta (por fin) de que no existe ninguna expresión puramente artística que no pueda ser asimilada y reutilizada para vender zapatillas. Lo que no significa que “Funhouse” o “Raw Power” no sean, aún hoy, dos discos con un poder extraordinario, capaces de cambiar aunque sea ligeramente la forma de ver el mundo de un hipotético chaval de 16 años que se acerque a ellos sin sospechar su contenido.

Ayer escuché “Search and Destroy” en el último capítulo de Perdidos, confirmando así su estatus como clásico-reconocido-y-aceptado. Los episodios finales de “Lost” son el acontecimiento televisivo (no, audiovisual) de la temporada, y la fecha ya no tan lejana de Mayo en que se emite el último capítulo está marcada con letras roja (bueno, sí, es domingo, pero lo estaría de todas formas). En cierto sentido, es imposible que el final deje satisfecho a nadie, no digamos ya a todo el mundo: las explicaciones concebibles no pueden cubrir todo lo que hemos visto los cinco años anteriores, y aunque lo hagan siempre serán menos fascinantes que el misterio que las precedió. Como llevamos haciendo durante los últimos años los que hemos aguantado/disfrutado del viaje nos dejaremos llevar por los giros de la narración, la fuerza de los personajes y el magnetismo de los actores. El peligro de esta última temporada es que, aunque sean limitadas, hay que dar explicaciones y llevar la historia a un final. Esa obligación puede ir en detrimento de la psicología y de la narración: cuando la trama debe llegar inexorablemente a su punto de destino en un momento prefijado es más sencillo que los guionistas caigan en la tentación de coger atajos, y obliguen a los personajes a hacer cosas que resulten forzadas (no digo inverosímiles porque Perdidos y el realismo se despidieron amistosamente poco más o menos a mitad del episodio piloto). En cualquier caso, y aunque en el peor de los casos el final nos deje un sabor a ceniza, el trayecto habrá merecido la pena.

AÑADO [27-02-2010]: Parece ser, por lo puede leerse en algunos blogs de televisión que el fandom más rabioso de Perdidos está agrupado a grosso modo en dos bandos, los que quieren respuestas, y los que proponen, simplemente, dejarse llevar. Y Maureen Ryan da con una de las preguntas claves: ¿serán capaces de producir un episodio tan bueno como [pon aquí el título de tu episodio favorito] cuando hay tantas cosas de las que deben ocuparse hasta el final?

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