martes, 21 de septiembre de 2010

Un extraño alto y moreno

“Conocerás al hombre de tus sueños” (You Will Meet a Tall, Dark Stranger) supone mi reencuentro personal con el cine de Woody Allen, cuyas películas recientes había seguido con interés decreciente hasta que, harto de las alabanzas a “Matchpoint”, película que me irritó de manera algo injustificada, dejé de verlas en absoluto. Por un lado, mis hábitos y circunstancias personales hacen que (como por desgracia muchas otras personas) vaya menos al cine que hace una década. Por otra, la prolificidad de Allen, que llueva o truene dirige una película cada año, y el que se trata de un “autor” en el sentido canónico de la palabra, es decir, un director que da vueltas a los mismos temas y obsesiones película tras película, ha provocado una saturación que se refleja en la indiferencia o directa hostilidad que muchos críticos muestran hacia él.
La reacción de la crítica ante las nuevas películas de Allen es un caso particular del caso general del artista de larga carrera cuya obra más relevante se produjo muchos años (incluso décadas) atrás. Recuerdo cuando era joven cómo se recibían los discos de Bob Dylan, antes del resurgimiento artístico y de apreciación que supuso “Time Out of Mind” en 1998 y que se mantiene desde entonces: con una mezcla de esperanza (sucesivos “retornos a la forma”) o vaga irritación porque el Artista siguiera ensuciando su carrera con obras que no añadían nada a su leyenda. La referencia era siempre “Blonde on Blonde” o “Blood on the Tracks", y los valores y cualidades que pudieran tener por sí mismas obras valiosas como “Desire” o “Slow Train Coming”, o desastres como “Down in the Groove” o “Dylan and the Dead” se pasaban por encima casi de puntillas.
Una tendencia natural del cerebro humano es imponer una narrativa a los hechos con los que trata. El cine reciente de Woody Allen formaría parte de un ciclo de decadencia iniciado, a gusto del crítico, en “Manhattan”, “La rosa púrpura del Cairo”, “Delitos y faltas”, “Desmontando a Harry” o “Matchpoint”. Otro automatismo crítico es aplicar a la obra de un autor en la parte final de su carrera cualidades testamentarias y buscar en ella una declaración definitiva sobre el hecho artístico. Considerada así, “Conocerás…” deja una impresión ciertamente amarga: en ella Allen muestra su lado más misantrópico. La brújula moral y psicológica de todos los personajes se mueve entre lo mezquino, lo vanidoso y lo ilusorio, y todos tienen en común la capacidad de engañarse a sí mismos. Una mirada atrás muestra que no se trata de un rasgo nuevo: la estupidez humana es uno de los grandes motivos de la obra de Allen, y las distintas variantes que presentan estos personajes en particular es aparecían ya en “Balas sobre Broadway”, “Maridos y mujeres” o “Delitos y faltas”. Una versión tan negra de la naturaleza humana sólo es soportable, y es el caso de esta película, con buenas dosis de humor, cosa que explica por qué los intentos más serios de Allen se han topado con la indiferencia o la hostilidad de público y crítica.
Aunque se le achaca que últimamente sus películas son “descuidadas”, Allen no ha perdido el pulso de narrador y sabe pasar de una historia a otra de forma ligera y provocando que el total sea algo más que la suma de las partes, que cada hilo de la trama refuerce a los demás y les sirva de comentario. Los protagonistas y sus historias van surgiendo en forma espiral a partir del centro en el que se sitúa la madre: están su marido y su hija, las parejas de estos y, a su vez, los intereses amorosos de estas parejas (en el universo de esta película el concepto romántico del amor habitual en el cine no pinta gran cosa). Quizás no pase al olimpo de las obras maestras del cine, pero me permito apostar unos euros imaginarios a que que en un par de décadas ésta y otras películas de la última época de Woody Allen serán revalorizadas.

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