viernes, 25 de febrero de 2011

Chris Morris

Carlos Escolano ha tenido la amabilidad de difundir un texto mío a través de su blog. Se trata de una introducción a la personalidad y obra de Chris Morris, con la excusa del próximo estreno de su primera película, "Four Lions". El texto es largo y me temo que un poco pesado de leer, así que lo resumo en dos frases: "Chris Morris es un genio", y "Hay que ir a ver Four Lions". 
En cualquier caso, y dada la función de repositorio de este blog, lo dejo también aquí, con algunas ligeras correcciones, y también en scribd.

CHRIS MORRIS CONTRA EL MUNDO

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Es pronto para saber si el próximo estreno en España de “Four Lions”, previsto para el próximo 29 de abril, pasará completamente desapercibido, como ha ocurrido en otras ocasiones con ejemplos destacados de la comedia británica actual (todavía recuerdo el relampagueante paso por las pantallas de “Hot Fuzz”/”Arma fatal”), o propiciará un interés entre público y crítica que eleve la figura de Chris Morris al altar en que algunos ya le tenemos colocado. El lector de estas páginas quizás haya encontrado menciones de la película en alguna de las múltiples listas de “lo mejor del año” o en la relación de galardonados en los últimos premios del cine británico. Si le ha picado la curiosidad, le aconsejo que se dirija sin más demora a las páginas que Jordi Costa dedica a Morris en “Una risa nueva” (Ed. Nausicaä, 2010). A quien no tenga el libro a mano (¡mal!), o le queden ganas de más, van dirigidas estas líneas.

2

“Four Lions” es el primer largometraje de Christopher Morris (Reino Unido, 1962), pero éste lleva a sus espaldas una larga carrera en la que ha construido una reputación cercana a la leyenda, alimentada por su reticencia a los cantos de sirena de la popularidad y en la que abundan anécdotas de cuestionable autenticidad. A diferencia de la mayoría de los cómicos británicos que pueden considerarse como sus compañeros de generación, no procede del mundo del stand-up sino de la radio, medio en el que inició su carrera en la década de los 80. De su trabajo radiofónico proceden su interés por las técnicas de producción y manipulación de las noticias, así como su dominio de la dinámica de las interacciones entre entrevistador, entrevistado, presentador y público que forman la base de sus trabajos más conocidos.

En 1990 Armando Ianucci le llamó para trabajar en la BBC en un informativo paródico que se llamaría “On the Hour” y posteriormente, en su versión televisiva, “The Day Today” (1994). En “On the Tour”/”The Day Today” dieron sus primeros pasos algunas de las figuras más relevantes de la comedia británica de los siguientes años: además de Morris y Ianucci (“The Thick of It”, “In the Loop”) en el programa participaron Stewart Lee (“Jerry Springer: The Opera”), Patrick Marber (“Closer”), Graham Linehan y Arthur Matthews (“Father Ted”, “The IT Crowd”) y Steve Coogan (“I’m Alan Partridge”, “24 Hour Party People”, “A Cock and Bull Story”) entre otros. Su colaboración ocasional en los años siguientes con actores y escritores como Simon Pegg, Julia Davis, o Charlie Brooker permite situar a Morris en un hipotético nexo central del humor británico contemporáneo; incluso podríamos imaginar el último episodio de “The Day Today”, que incluía un segmento titulado “The Office” en forma de documental sobre los empleados de una oficina que recibían la instrucción de un “experto en eficiencia”, encendiendo una minúscula chispita en los cerebros de Ricky Gervais y Stephen Merchant. Por su parte, “Why Bother”, serie realizada en 1994 para BBC Radio 3, reunió a Morris con la generación de cómicos de los años 60 a través de Peter Cook, en el que fue uno de los últimos trabajos de éste antes de su muerte.

3

Su consagración tuvo lugar con “Brass Eye”, una serie de 6 programas de televisión emitida por Channel 4 en 1997 en la que, a través de parodias de reportajes sensacionalistas, se llevaban al límite algunas de las líneas básicas de “The Day Today”: el tratamiento histérico de los temas, la utilización de gráficos exageradamente llamativos y el deleite en el absurdo verbal y visual. El nuevo formato y su condición de responsable principal le permitieron dirigir sus golpes con mayor precisión y contundencia. Cada episodio estaba dedicado a un tema: el maltrato animal, las drogas, el sexo, la ciencia, el crimen, y la decadencia de los valores morales. Además de los sketches de ficción, los morceaux de bravure de los episodios de Brass Eye eran las intervenciones de celebridades reales que, sin darse cuenta del engaño, prestaban su apoyo a organizaciones benéficas ficticias, leyendo obedientemente las absurdas declaraciones preparadas para ellos por Morris y sus guionistas (o improvisando de motu proprio afirmaciones aún más absurdas) en apoyo a un elefante deprimido cuya trompa se había atascado en su propio ano, o los campesinos de Sri Lanka en peligro de ser aplastados por la “electricidad pesada” que caía de los cables eléctricos. En otras ocasiones eran entrevistados por el propio Morris, quien conseguía, mediante una combinación de avasalladora presencia física y verborrea pronunciada con total seguridad, llevar la conversación al terreno del absurdo con la inconsciente colaboración del entrevistado.

Cuando empezaron a emitirse los programas y los famosos se dieron cuenta de que lo que habían considerado entrevistas serias obedecían en realidad a un propósito satírico, empezaron las protestas. Además de la (comprensible) rabia de aquellos que habían sido burlados, las críticas se centraron en la legitimidad ética de utilizar el engaño para obtener réditos cómicos. La defensa de Morris fue desde el primer momento la de la utilidad pública de su trabajo, que ponía al descubierto la falta de criterio y el ansia de atención de los famosos, dispuestos a todo con tal de salir en televisión; las víctimas de los montajes habían tenido claramente ante sus ojos todas las evidencias de que se trataba de una burla, pero habían elegido ignorarlas en su persecución de unos minutos ante las cámaras.

Algunos de los afectados, entre los cuales había miembros del parlamento engañados para elevar una cuestión a la Cámara de los Comunes sobre una droga ficticia llamada “Pastel”, llevaron sus quejas a la ITC, el organismo regulador de contenidos de la televisión comercial británica. La ITC reconoció que el programa había actuado en contra del código, y la intervención de uno de ellos fue omitida de las repeticiones del programa y la posterior edición en DVD. Sin embargo, la institución reconoció el interés y calidad del programa y modificó su regulación con lo que algunos conocen como “cláusula Brass Eye”, que permite el uso de material grabado con un consentimiento dado por el sujeto para un propósito diferente al realmente pretendido por los creadores del programa, siempre que existan razones de interés público.

No fue ésta la única forma en que “Brass Eye” cambió la realidad de la televisión británica. Su emisión tuvo como consecuencia la rebaja en el tono sensacionalista de muchos informativos serios, que intentaron a toda costa evitar “momentos Chris Morris”; así mismo, su influencia resulta visible en las propuestas de Sacha Baron-Cohen (“Ali G”, “Borat”) y, algo atenuada por la distancia y las diferencias culturales, en los programas de Jon Stewart y Stephen Colbert en los Estados Unidos.

4

Agotado y tal vez algo deprimido tras el esfuerzo de rodar y defender “Brass Eye”, Morris creó su obra más personal. En “Blue Jam”, un programa de radio para la BBC, mezcló monólogos surrealistas, una cuidada ambientación sonora de música electrónica y sketches de humor negrísimo. Su difusión de madrugada favorecía en el oyente la impresión de estar escuchando una emisión procedente de las partes más oscuras de su propio subconsciente, en una tierra de nadie entre el sueño y la vigilia. Además, sirvió para alejar de la atención masiva una obra que jugaba con los límites de lo aceptable, introduciendo elementos como la violación, el suicidio y el incesto. Jordi Costa menciona en el libro citado un sketch en el que una madre llama a un fontanero para que “repare” a su bebé muerto, pero hay otros similarmente perturbadores: historias como la del suicida que decide no arrojarse al vacío desde un piso 40, sino 40 veces desde un primer piso por si en algún momento cambia de opinión; la de la mujer que provoca accidentes para que las víctimas conversen con ella, “porque nadie te encuentra aburrida cuando necesita ayuda”, o la de la epidemia que provoca que actores porno se consuman hasta morir en una eyaculación incesante, confirman que estamos en territorio muy lejano al de la comedia tradicional. De hecho, puede considerarse que “Blue Jam” es la imagen invertida de la forma más típica del humor negro (al estilo de, por ejemplo, “La comedia de los terrores” o “La familia Addams”), en el que se persigue el escape liberador de la risa mediante el uso de imágenes de muerte y decadencia; aquí, por el contrario, el humor (o las mecánicas del chiste y el sketch humorístico) son la herramienta, pero el objetivo no es la risa ni la sonrisa, sino el desasosiego propio de algunos relatos de terror.

“Blue Jam” tuvo versión televisiva en “Jam” (2000), en la cual el efecto de extrañamiento creado por la banda sonora original se reforzaba mediante la manipulación de las imágenes (cámara lenta, montaje acelerado, sobreexposición, etc.) y técnicas como obligar a los actores a mover los labios sobre el sonido del sketch de radio. “Jam” introdujo la idea de la remezcla musical en la televisión mediante una versión titulada “Jaaaaam”, en la que las imágenes y la banda sonora sufrían un grado adicional de distorsión. El concepto tiene una variante paródica en el DVD de la serie, en el que cada episodio se presenta en la versión “normal” y otra “especial” en la que la imagen es reducida a un tamaño minúsculo, acelerada a cámara rápida, o limitada a los primeros 19 segundos. Aunque hay críticos que consideran “Jam” una obra autocomplaciente y que funciona mejor como objeto sonoro que en su traslación visual, no se pueden negar ni su originalidad ni su potencia desasosegante.

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Durante un tiempo corrieron rumores de una segunda tanda de episodios de “Brass Eye”, pero su propio impacto parecía impedir una continuación: los famosos estaban ya sobre aviso y no resultaban tan fáciles de engañar. Sin embargo, Morris se reservaba un golpe de efecto final. Cuatro años más tarde de la serie original se emitió el “Especial Pedofilia”, recibido desde el primer momento como “el programa de televisión más enfermizo de la historia”. La prensa y los políticos acusaron a Morris de hacer humor con el sufrimiento de las víctimas, pero como bien señala Costa, el blanco de la sátira son unos medios de comunicación que manipulan la histeria popular en su búsqueda de audiencia. De nuevo el programa obtiene sus momentos más memorables en los engaños a los famosos: la declaración del locutor radiofónico Neil Fox de que los pedófilos tienen más genes en común con los cangrejos que con el resto de los humanos (“Es un hecho científico: no hay pruebas reales pero es un hecho científico”), seguida por un furioso ataque a un cangrejo con un martillo; la explicación de la presentadora Philippa Forrester de un juego de ordenador que permite a los pederastas abusar a través de Internet de los niños que lo utilizan; o la descripción del ex jugador del Barça Gary Lineker del argot utilizado por los pederastas para comunicarse entre sí por SMS (“BALTIMORA significa literalmente ‘voy corriendo hacia ellos con los pantalones bajados’”). La histérica campaña de la prensa sensacionalista solicitando la reinstauración de la censura pareció planificada por los propios guionistas de “Brass Eye”: un artículo del Daily Star criticando el programa fue publicado al lado de otro sobre una cantante de 15 años ilustrado por una fotografía en la que se llamaba la atención sobre el crecimiento de sus pechos bajo un titular que rezaba: “Ahora ya es mayor”; el Daily Mail clamaba contra Morris junto a un reportaje sobre las princesas Beatriz y Eugenia (entonces de 13 y 11 años) bañándose en bikini.

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La resaca del escándalo del "Especial Pedofilia" parece haberse prolongado hasta 2010, periodo en el que, a diferencia de la década anterior, Morris ha permanecido en un relativo segundo plano. Durante ese tiempo, además de colaborar en la prensa escrita, inició su carrera cinematográfica con el corto "My Wrongs #8245-8249 & 117" (2003), adaptación de un monólogo de "Blue Jam" que ganó un premio BAFTA y está disponible en España dentro del DVD colectivo "Cinema 16: Cortometrajes Europeos". También ha participado como actor en la primera temporada de "The IT Crowd" ("Los informáticos", 2006) y como editor de guiones en "Stewart Lee's Comedy Vehicle" (2009), en ambas ocasiones con antiguos colaboradores (Linehan y Matthews en el primer caso, Lee y Ianucci en el segundo). Su mayor proyecto en esta época fue una serie de televisión coescrita con Charlie Brooker: "Nathan Barley" (2005), una sátira de los "idiotas digitales" que prosperan en los nuevos medios de comunicación, fue recibida con indiferencia por el público y los fans de Morris no parecen tenerla en gran estima (aquí tengo que admitir que yo no la he visto, situación que espero solucionar en el futuro).

7

La imagen de Chris Morris que emerge del repaso a su carrera es la de un hombre brillante, perfeccionista y enfrentado ferozmente a todos los intentos por controlar su obra. Su exploración de los límites de lo decible ha llenado su carrera de escaramuzas contra la censura implícita o explícita, en la que sus contrincantes han sido con frecuencia precisamente aquellos que le habían apoyado contratándole en primer lugar. Las tácticas utilizadas en esta guerra de guerrillas incluyen la entrega sistemática de sus programas al límite de plazo para evitar la posibilidad de modificaciones y la inclusión deliberada de segmentos exageradamente ofensivos para atraer la atención del ojo censor, permitiendo que pasaran desapercibidos aquellos que en otro caso seguramente se hubieran quedado por el camino. En ocasiones Morris ha llevado su rebeldía a extremos que pueden calificarse de adolescentes: su enfrentamiento con Michael Grade, jefe de Channel 4 en la época de emisión de "Brass Eye" le llevó a insertar un mensaje insultante ("Grade is a cunt") en un fotograma de uno de los últimos episodios. Como contrapartida, entre sus colaboradores y subordinados Morris despierta una lealtad casi militar.

La autoridad no sólo es el blanco sino también el tema sobre el que reflexiona el humor de Morris. Uno de sus principales personajes es "Christopher Morris", el Presentador de "On The Hour/The Day Today". Seguro de sí mismo hasta la arrogancia, insultante hacia los entrevistados, los espectadores y sus propios compañeros, es un abusón que, como presentador de un informativo, está en posesión de la verdad y por tanto tiene carta blanca para pronunciar con total autoridad los mayores sinsentidos. Aunque mis habilidades como traductor fueran capaces de hacer justicia a titulares como "Sacked chimney sweep pumps boss full of mayonaisse", "Headmaster suspended for using big.faced child as satellite dish" o expresiones como "roboplegic wrongcock", les faltaría el plus de locura introducida por la enunciación pomposa y ultraprofesional de Morris. El poder de un lenguaje absurdo entregado con total convicción desde una posición de autoridad es uno de los elementos básicos del trabajo de Morris desde sus inicios en la radio. La sección "Speak Your Brains" de "On The Tour/The Day Today" colocaba un micrófono ante paseantes anónimos y los instruía o los manipulaba para pronunciar los mayores desatinos, de forma similar a como harían posteriormente los famosos de "Brass Eye". En estos segmentos, ante la presencia imponente del entrevistador, reforzada por el poder de la cámara o el micrófono, los entrevistados se dejan arrastrar por su deseo de complacer a aquel que parece estar al mando y renuncian a reflexionar ante lo que se les pone delante, con cómicas (y algo intranquilizadoras) consecuencias. A la inversa, en uno de los sketches de "The Day Today" las normas de la BBC obligan a un portavoz del Sinn Fein a inhalar helio antes de hacer declaraciones para que su voz aguda "disminuya su credibilidad". La utilización de música machacante e hipertrofiados gráficos informatizados en las cabeceras y entradillas de "The Day Today" y "Brass Eye", sirve de igual modo como recordatorio paródico de los intentos de los medios de reducir a la sumisión el cerebro del espectador.

Aunque aparentemente no pueden ser más distintos, "(Blue) Jam" y "My Wrongs…" inciden en aspectos relacionados. El otro gran personaje de Morris, el Monologuista que abre cada programa de la serie, es más difícil de atrapar en una descripción breve, pero se revela como un ser deprimido e impotente, completamente a merced de las circunstancias y conducido a la humillación y el sufrimiento por aquellos que tienen la sartén por el mango o hablan como si la tuvieran. Su utilización del lenguaje es tan inventiva como la del Presentador, pero en un registro que podríamos llamar musical, en cuanto recuerda a los ambientes sonoros creados en el programa: poético, vagamente amenazador, al borde de la ininteligibilidad, casi borroso ("When dance with waif, and whirlden be too fast, and smash and snap and break in hands beauty..." "When monkey cease to sing, though you carve slot in head, and slip in so much coins that brainy gloop did ooze therefrom...") En los sketches los personajes soportan abusos desmesurados por parte de figuras de autoridad, frecuentemente médicos (los padres de Morris, quien por lo que se sabe disfrutó de una infancia cómoda y feliz, eran ambos médicos) sin oponer más resistencia que una expresión de pánico.

Morris se ha mostrado incómodo en varias ocasiones con el empleo del término “sátira”, utilizado habitualmente (también aquí) para describir su trabajo. Asegura que la palabra lleva implícita una posición de superioridad respecto al objeto del humor, posición que él rechaza. En una actitud que recuerda a la de los grandes maestros del cine clásico cuando eran entrevistados por los jóvenes críticos franceses, afirma que su único objetivo es hacer reír. También niega buscar deliberadamente la provocación, aunque admite su valor: “Si haces un chiste en un área que por alguna razón—normalmente aleatoria—se encuentra fuera de los límites, puedes dar con algo valioso. Pero es cuestión de encontrarte en esa área más que de proponerte buscar problemas.” (Entrevista en The Independent, 20 de abril de 2000). Lo cierto es que Morris se ha encontrado en esa área tantas veces a lo largo de su carrera que sería ingenuo pensar que pasaba por allí por casualidad.

Su condición activista se pone de manifiesto en las formas que utiliza Morris para dar forma a su mensaje: no se trata de alguien que se limite a mostrar los resultados de sus observaciones sino que interviene de forma explícita, a menudo con una intención que puede calificarse sin miedo de política. Esta intervención es previa, creando las situaciones prefabricadas en los montajes a los famosos; simultánea, como en las entrevistas; o posterior, mediante la manipulación de materiales grabados o rodados, como en sus polémicas remezclas de materiales sonoros. La primera serie de “Blue Jam” terminaba precipitadamente con el corte a mitad de emisión de un remontaje en el que el discurso fúnebre del Arzobispo de Canterbury a la princesa Diana de Gales se convertía en una inventiva lunática en la que se rogaba a Dios que infectara de SIDA a la familia real británica; “Bushwacked” es un collage de discursos de George Bush que lleva al límite de su propio absurdo la política beligerante de la administración estadounidense para terminar con la declaración de que el propósito de América es la “destrucción del mundo civilizado.”

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El año 2010 supone el regreso de Chris Morris a la actualidad con el estreno de "Four Lions", un proyecto que llevaba gestándose al menos desde 2005. Los motivos del retraso son dos: en primer lugar, la meticulosa labor de investigación previa a la escritura del guión, firmado junto a Jesse Armstrong y Sam Bain ("That Mitchell and Webb Look", "The Peep Show", "The Thick of It"); posteriormente, las dificultades de financiación del que originalmente iba a ser un proyecto televisivo, pero que por su naturaleza sensible fue rechazado por la BBC y Channel 4. Consciente de que se trataba de un momento clave en su carrera, Morris se ha volcado, al menos según sus estándares, en la promoción de la película, concediendo entrevistas y haciendo apariciones en los medios.

El tema no puede ser más congruente con la carrera anterior de Morris: el terrorismo islámico es uno de los ¿pocos? temas que pueden considerarse potencialmente "peligrosos" o "fuera de límites". El tratamiento informativo del fenómeno parecía un terreno naturalmente abonado para la visión satírica de Morris, pero éste, considerando que ya había explorado suficientemente en sus trabajos anteriores el discurso de los medios, optó por profundizar en la investigación del fenómeno en sí. El punto de partida fue la observación de que las noticias sobre terroristas suicidas contienen en muchas ocasiones un elemento de farsa que tiende a pasar oculto tras el horror. Tres años leyendo libros y transcripciones, entrevistando a periodistas, académicos, radicales y ex radicales dieron forma a una imagen del terrorista en la que conviven la banalidad, la estupidez y el terror; en la que en una misma conversación se tratan la doctrina de la jihad y las cualidades interpretativas de Johnny Depp; en la que alguien que se dispone a grabar su propio video de martirio se preocupa por si la barba le queda bien.

La película narra las peripecias de un grupo de musulmanes ingleses que deciden llevar a cabo un atentado suicida durante la maratón de Londres, después de que dos de ellos hayan pasado un periodo en un campo de entrenamiento de terroristas en Pakistán. Los protagonistas resultan ser torpes, incompetentes, propensos a los accidentes y a pelearse entre ellos por los motivos más nimios: una troupe cómica más que los perdedores radicales que describe Hans Magnus Enzensberger. Morris, Armstrong y Bain no han escatimado esfuerzos para evitar simplificar su presentación de la cultura islámica. La tensión entre las visiones más fundamentalistas de la doctrina musulmana y otras más moderadas aparece reflejada con matices inesperados (los personajes más fundamentalistas son inocentes y respetuosos de la ley, mientras que entre los terroristas hay un aficionado al rap y un amante esposo y padre) que parecen dirigidos a enfrentar al espectador con sus propios prejuicios. Tampoco la policía o los británicos no musulmanes escapan a la burla de los cineastas. El mensaje podría ser que los terroristas son seres humanos como nosotros, lo que significa que son tan estúpidos (y dignos de compasión) como nosotros. Sin embargo, Morris no nos permite olvidarnos de que se trata de personas que han decidido volarse a sí mismas por los aires y llevarse por delante a un buen número de sus semejantes. Aunque durante el segundo tercio de la película ésta parece correr el riesgo de quedar atascada en una sucesión de gags de tontos entrañables, el tramo final pone en evidencia implacablemente el horror al que conduce la falsa lógica en la que están atrapados los protagonistas.

Así las cosas, el éxito o el fracaso artístico de la propuesta es (siempre, pero aquí más que nunca) una cuestión de tono. Lo que busca "Four Lions" es un equilibrio que muchos consideran de partida imposible: aquellos que consideran que no pueden hacerse chistes sobre el terrorismo (o sobre el Islam, o sobre el SIDA, o sobre el holocausto) o quienes rechazan cualquier intento de incluir a los terroristas en las filas de la humanidad. Aunque se admita tal posibilidad, resulta impensable un consenso universal sobre dónde está el punto de mezcla adecuado. Las críticas más negativas han ido generalmente dirigidas a lo que a mí me parece la mayor virtud de la película, la indefinición de su tono, a que no es lo suficientemente cómica o lo bastante seria en su análisis. "Four Lions" coloca al espectador, divertido por algunas escenas, conmovido por otras, y espantado por las demás, en un estado de permanente interrogación sobre cual es la reacción apropiada hacia lo que está viendo. En estos días, "Four Lions" es una película discutible y necesaria, o necesaria porque es discutible. Además, es muy divertida.

PS: Dado que una de las referencias citadas por Morris en entrevistas es "Operación Ogro" (1979), la película de Gillo Pontecorvo sobre el atentado de ETA que acabó con la vida de Carrera Blanco ("Como ["Four Lions"], pero sin chistes"), surge naturalmente la cuestión de cómo podría ser una película española que abordara el tema del terrorismo desde una óptica similar, y cómo sería recibida. Quizás la próxima película de Borja Cobeaga, "Fe de etarras", tenga una respuesta.

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Fuentes adicionales:

“The distorted world of Chris Morris” The Independent, 20 de abril de 2000

Wikipedia: entradas sobre Chris Morris, The Day Today, Brass Eye, Blue Jam

RANDALL, Lucian. Disgusting Bliss: the Brass Eye of Chris Morris. Simon & Shuster, Londres, 2010

Four Lions: How satirist Chris Morris fixed his eye on ideology and bombers. The Observer, Sunday 24 January 2010

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