jueves, 27 de octubre de 2011

El extraño mundo de Gurney Slade

Las épocas tempranas de un medio de expresión parecen, vistas con la perspectiva del tiempo, campo abonado para la experimentación y la vanguardia. El momento en que todavía no están fijadas las reglas de "cómo se hacen las cosas" (el "modo de representación institucional" de los teóricos del cine) es propicio para la aparición de productos que se proyectan hacia el futuro: no es extraño que películas de Keaton o Murnau, cómics de McCay o Segar, nos parezcan más "modernos" que la mayoría de las obras posteriores.

La televisión es un medio que, por razones históricas y económicas, ha dado seguramente menos campo a la libertad individual de los creadores que el cine y los cómics, y nuestro conocimiento de sus épocas primigenias está aún más comprometido por el carácter inmediato o rápidamente perecedero de sus materiales de elaboración. Sin embargo, lego como soy en el asunto, tengo la impresión de que la investigación de la historia en gran parte desconocida de las primeras épocas de la televisión puede ser fuente de no pocas agradables sorpresas.

Todo este prólogo viene a propósito de la reciente edición en DVD de "The Strange World of Gurley Slade", una comedia británica de 1960 creada por el actor Anthony Newley en colaboración con el director y productor Alan Tarrant y los guionistas Dick Hills y Sid Green, que se complace hacer volar por los aires todas las reglas pasadas, contemporáneas y futuras de lo que debe ser una sitcom televisiva. El inicio de la serie no puede ser más clarificador a este respecto: en una situación típica de comedia familiar tradicional aparece incrustado el personaje de Anthony Newley, en silencio y con evidentes signos de incomodidad, mientras el resto de los personajes intenta, con alarma creciente, darle pie para su entrada y disimular lo anómalo de la situación; de repente, sin decir palabra, Newley se pone en pie y sale de la habitación, poniendo al descubierto que forma parte de un estudio televisivo. Lo que sigue durante seis episodios son las surreales ensoñaciones del personaje de Newley mientras pasea por la ciudad y el campo, y traba conversación con animales, objetos y transeúntes varios. Semejante extravagancia causó más desconcierto que otra cosa en el público de la época, que relegó el programa a la franja horaria menos favorable y a su cancelación tras una única serie de episodios, pero permitió que perdurara en el recuerdo de unos pocos como el (entonces) joven David Bowie hasta su recuperación en los 90 como serie de culto.

Como sucede en el caso de los ejemplos citados anteriormente, la mencionada proyección hacia el futuro de las obras más avanzadas está firmemente enraizada en las circunstancias contemporáneas de su creación. En el caso del cine y la historieta sus épocas fundacionales están ligadas al florecimiento de las vanguardias artísticas y literarias. "Gurney Slade" no es menos hija de su tiempo y su lugar, la Gran Bretaña del "Free Cinema” a punto de entrar en una década de modernidad (y beatlemanía); anuncia, a veces de manera casi presciente, el cine de Richard Lester, el humor de Monty Python y el surrealismo de "El prisionero". La actual edición en DVD se beneficia de que las características de la serie (con predominio de exteriores) propiciaran su grabación en película cinematográfica, a diferencia de muchos otros programas contemporáneos que se han perdido para siempre o perviven con una calidad de imagen muy degradada. A pesar del no pequeño inconveniente de carecer de subtítulos (ni siquiera en su lengua original) es una delicatessen de recomendación obligada para gourmets y estudiosos de la comedia.

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