miércoles, 1 de febrero de 2012

Actualizaciones

La lógica editorial y la costumbre dan como resultado que las listas de lo mejor del año se confeccionen, con anticipación variable, a finales del año en cuestión. Como consecuencia, sucede a menudo que los productos que se estrenan muy a finales de año no llegan a tiempo, y los que aparecen a principio corren el riesgo de quedar sepultados en el olvido cuando llega el momento de confeccionar la nueva lista. A buen seguro, de haber llegado a tiempo, en mi lista de películas del año pasado hubiera incluido "El Havre", de la que hablo un poco aquí, y que se estrenó la última semana de Diciembre; "Los descendientes" se estrenó la primera semana del año y, considerada como película del 2011, probablemente también habría merecido mención que tendrá que ser pospuesta a una lejana (e hipotética) lista del 2012.


Aunque no al mismo nivel que las mejores series que del año pasado, mi post sobre televisión también habría incluido alguna mención a "Black Mirror", la serie de Charlie Brooker para la BBC que se emitió en el Reino Unido en Diciembre. La miniserie de tres episodios testimonia su preocupación con el uso irreflexivo de la tecnología y los medios de comunicación que no será extraña a quien conozca, aunque sea parcialmente, la obra del creador de "Dead Set" y "How TV Ruined Your Life", colaborador de Chris Morris en "Brass Eye" y "Nathan Barley". El impulso satírico de Brooker se transforma en tres historias independientes que ponen al día con éxito el modelo de la ciencia ficción estadounidense de los años 50 (entre sus referentes, tanto o más que series de televisión como "Twilight Zone", está la narrativa de escritores como Robert Sheckley, Fredric Brown, Frederick Pohl y Cyril Kornbluth) aunque a veces se deja llevar por la tentación del subrayado que recuerda el infame momento de "Dead Set" en que un personaje señala a un grupo de zombis devorando cadáveres y exclama "¡El público británico!".

Tampoco es perfecta la segunda temporada de "Sherlock", estrenada el primer día de Enero, pero sus defectos (unos argumentos que se apoyan demasiado en lo enrevesado y lo inverosímil, una caracterización del personaje de Moriarty cuando menos discutible) no impiden que sea uno de los productos más gozosamente disfrutables no sólo de lo que va de año sino de varias temporadas. Como en el caso de tantas parejas literarias y cinematográficas, desde Alonso Quijano y Sancho a Nero Wolfe y Archie Goodwin pasando por Bertie Wooster y Jeeves, el verdadero placer de los relatos originales de Conan Doyle no está en la trama sino en los momentos de interacción entre los protagonistas; la baza principal de la serie es, necesariamente, la química entre sus protagonistas. A Martin Freeman ya lo conocíamos, y queríamos, desde la versión original de "The Office"; Benedict Cumberbatch es, sin medias tintas, una estrella a la que estamos viendo eclosionar en tiempo real. Además, Moffat, Gatiss y sus guionistas han sabido trufar los episodios de ingeniosos guiños al lector holmesiano que (a ver como digo esto sin sonrojarme) me han recordado los momentos más memorables de "Smallville", otra puesta al día de un mito de la cultura de masas que salvaba ocasionalmente sus rutinarios guiones y sus irregulares interpretaciones gracias a esos pequeños instantes en los que el lector de comics reconocía con un breve y placentero estremecimiento alguna de sus queridas referencias.

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