miércoles, 23 de septiembre de 2009

Insólito resplandior


Una crítica cumple su objetivo cuando te hace darte cuenta de cosas que no probablemente no hubieras sido capaz de ver por ti mismo. A menudo, se produce instantáneamente un choque de reconocimiento, una palmada metafórica o real en la frente. Las críticas que había leído de “Anticristo”, una película que para bien o para mal todavía me ronda por la cabeza, mencionaban “Posesión infernal” (y sí, en este caso creo que hubiera podido ver la conexión por mí mismo), y “La posesión”, una película de Andrej Zulawski que no conozco. Pero no había sido consciente, hasta que alguien la mencionó en un foro de Internet (creo que fue Nacho Vigalondo) de la relación con “El resplandor”. Como decía Vigalondo, se trata de cambiar la maternidad por la creatividad, la mujer por el hombre y ¡presto!.


No había visto “El resplandor” desde hace más de veinte años, y puedo decir que nunca la había echado de menos, pero de repente me entraron unas ganas incontrolables por revisarla. En realidad no fueron tan incontrolables, porque he acabado viéndola un mes después de “Anticristo”. Mi relación con Stanley Kubrick ha sido siempre de respeto un tanto cauteloso. Está claro que el hombre técnicamente era un prodigio, y que sus películas son “importantes”, pero nunca le he tenido en demasiada estima. En el caso de “El resplandor”, mi recuerdo de la película estaba lastrado por dos problemas. El primero es el aprecio que, en mi juventud, tenía por la novela original de Stephen King: aunque era aficionado desde niño (en la medida de mis posibilidades y conocimientos) a la literatura fantástica, mi familiaridad con el género de terror se limitaba a los “clásicos” de Poe a Lovecraft; creo que “El resplandor” fue la primera novela de terror “moderno” que leí, y me produjo un impacto bastante considerable. Tampoco he vuelto a releerla, así que no sé hasta que punto mi recuerdo es preciso, pero la película me pareció una adaptación fallida, en la que habían desaparecido las cosas que más apreciaba del libro.

El segundo lastre era el del doblaje. Por aquel entonces yo no era el fundamentalista de la versión original que soy ahora, más que nada porque no tenía oportunidad, excepto en muy raras ocasiones, de ver las películas sin doblar, pero es posible que la semilla de mi intolerancia se plantará con esta película. Los doblajes de Stanley Kubrick estaban, dicen las crónicas, especialmente cuidados. El Hombre en persona los encargaba en cada país a equipos de su confianza: en el caso de España el seleccionado como director de doblaje fue Carlos Saura, y su trabajo ha pasado a la particular historia de la infamia del doblaje español, sobre todo por la elección de las voces de Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué para los papeles de Jack Nicholoson y Shelley Duvall (haciendo una búsqueda rápida de datos por Internet he descubierto que es bastante probable que las voces fuesen escogidas por el propio Kubrick).

En estos tiempos de DVD nadie tiene por qué sufrir el doblaje (si no quiere) y si, como decía antes, mi entusiasmo por la novela ha quedado desvaído por el paso del tiempo ¿qué me ha parecido “El resplandor” (la película) en esta nueva visión? Me ha sorprendido cuántas imágenes de la película recordaba; hay planos y secuencias que me atrevería a decir que han pasado a formar parte de la memoria colectiva de los espectadores de cine (y no sólo por la parodia de Los Simpson en uno de los episodios de la La Casa Árbol del Terror, sino porque han sido reproducidos e imitados mil veces). Técnicamente es tan buena como cabía esperar de un perfeccionista como Kubrick, Los largos planos con steadycam por los pasillos del hotel Overlook (precedidos por las tomas en helicóptero que acompañan a la familia hasta allí al principio de la película) crean un espacio majestuoso y con una indefinible cualidad maligna. Kubrick renuncia a la oscuridad y a los lugares comunes del cine de terror: el mal que habita el Overlook no es un monstruo que se oculte entre las sombras sino que procede (o se nutre) de las inseguridades de la mente de Jack y del propio espíritu del lugar. La elección de Kubrick y su guionista es aumentar la ambigüedad de la novela renunciado a explicar las causas de la transformación de Jack en un monstruo asesino, más allá de una vaga alusión a un crimen anterior y al hecho de que hechos como ese dejan una “huella” en los lugares en los que ocurren; también se deja caer que el hotel está construido sobre un antiguo cementerio indio pero no se insiste en ello. Hay que señalar que el montaje europeo, que es el que he podido ver, tiene más de 30 minutos menos que el original que se estrenó en EEUU. Los cortes fueron hechos por el propio Kubrick, que considera la versión más corta como la definitiva. En un primer momento pensé que las escenas cortadas contribuirían a explicar la historia y la naturaleza del Overlook (por ejemplo: ¿qué ocurrió en esa fiesta de 1921 en cuya foto vemos a Jack al final de la película? ¿Quién es la mujer ahogada en la bañera?), pero una consulta a imdb.com me ha demostrado que no es así.

Lo que no recordaba era la interpretación de Jack Nicholson. Sé que se trata de una estrella, que es un actor universalmente admirado y querido; soy consciente de que ha protagonizado al menos una obra maestra y varias películas apreciables, pero, por Dios bendito, creo que esta es (junto a la de Robert de Niro en “Nunca fuimos ángeles”) una de las interpretaciones más molestas e irritantes que he visto nunca. No sólo gesticula desaforadamente, sino que desde el primer momento es cruel, mezquino. El Jack Torrance del libro, por lo que recuerdo, era un hombre más o menos decente que se hunde en una depresión provocada por el miedo al fracaso como escritor, como padre y como marido; el espíritu maligno que habita el Overlook va explotando su debilidad para sus propios fines y provocando la transformación gradual que acaba convirtiéndole en un monstruo homicida. Por el contrario, el Jack Torrance de la película parece desde el primer momento un ser cruel y mezquino, y Nicholson emplea en todas las escenas tal cantidad de sus típicas muecas que dan la impresión de que no sólo se trata de un psicópata sino que tiene algún tipo de trastorno nervioso motor. Es probable que esto sea intencionado (se dice que Kubrick mantenía a los actores en un estado de tensión permanente: Nicholson tenía que estar enloquecido y furioso todo el tiempo, Duvall tenía que llorar 12 horas al día, durante más de nueve meses) pero el resultado es desagradable cuando no involuntariamente cómico. Viéndolo pensaba que si, como suele suceder en sus novelas, Jack Torrance es el alter-ego de Stephen King, es posible que en la película Nicholson fuera el alter-ego de Kubrick. Espero que no.

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