domingo, 7 de agosto de 2011

Louie, Louie

No puede decirse que sean malos tiempos para los amantes de la comedia televisiva estadounidense: la parrilla está surtida de productos valiosos tanto en las networks convencionales ("Parks and Recreation", "Community") como en las cadenas de cable ("Curb Your Enthusiasm", "Eastbound and Down"), e incluso en el rango más tradicional y conservador del espectro se encuentran programas dignos que permiten al espectador reírse sin prescindir totalmente de su inteligencia ("Modern Family", "Cougar Town"). Aún así, por definición, resulta una rareza encontrar comedias auténticamente especiales. Eso me ha ocurrido, con un año de retraso, con "Louie". Compruebo con cierta sorpresa que en los recientes números de las revistas "Cahiers du Cinema" y "Quimera", dedicados a las series televisivas, no ha merecido apartado propio y ni siquiera, salvo que se me haya pasado por alto, una mísera mención, así que es posible que la crítica de verdad haya decidido que no es para tanto, pero así en caliente (he terminado de ver la primera temporada y estoy siguiendo la segunda simultáneamente a su emisión), apuesto por esta serie como un clásico del futuro (al fin y al cabo, aquí puedo ser todo lo hiperbólico que me plazca).


"Louie" es, en mayor grado que casi ninguna serie en la historia del medio, una sitcom de autor: invocando el fantasma de Chaplin, Louis C.K. realiza las funciones de productor ejecutivo, escritor, director, montador (!) y protagonista absoluto (cabe pensar que si no compone la banda sonora es únicamente por falta de habilidades musicales), interpretando a un personaje llamado "Louis C.K" cuyas circunstancias vitales coinciden aproximadamente con las suyas. En parte se trata de una fórmula para reducir costes, gracias a la cual la cadena de cable FX le concede una libertad poco menos que absoluta. Pero también resulta una decisión artísticamente coherente en una serie que trata sobre un cómico de stand-up, variante de ser humano que, como conocemos por multitud de ejemplos, (véase por ejemplo "Funny People"), basa en gran medida su trabajo en la introspección cuando no directamente en el egocentrismo. El stand-up es para Louie un intento permanente de dar sentido al mundo, una forma de terapia con el público en el papel de psicólogo. Uno de los momentos definitorios de la serie ocurre en el último episodio de la primera temporada, "Night Out", en el que tras una noche de fiesta fracasada Louie no vuelve directamente a su casa, sino que pasa por el club en el que actúa regularmente y le pide al encargado unos minutos para monologar en público.

La autonomía de que dispone permite a Louis C.K. (el nombre artístico es una variación fonética de su apellido, Szekely) conseguir resultados auténticamente sorprendentes a partir de materiales conocidos. La referencia más evidente es "Seinfeld", de la que toma la yuxtaposición de narrativa convencional con fragmentos de stand-up a modo de comentario, pero si la obra de Larry David y Jerry Seinfeld se postulaba como una "comedia sobre nada", "Louie" propone lo contrario, un vehículo para las reflexiones personales de su autor sobre temas como la religión, la muerte, la decadencia física asociada al paso del tiempo, la paternidad, el amor y el sexo, que a veces recuerdan al mejor Woody Allen. (Aquí conviene insertar la advertencia de que Louis C.K. y el autor de estas líneas comparten franja generacional, y que quizás espectadores mucho más jóvenes o mayores estén algo menos predispuestos a sintonizar con la serie.). C.K. tiene la reputación de ser un "cómico de cómicos", y en "Louie" da rienda suelta a su interés por los mecanismos internos de la comedia y los límites de la comicidad, al tiempo que homenajea a sus antecesores y colegas (atención a las apariciones de Ricky Gervais en la primera temporada, y de Joan Peters y Dana Cook en la segunda).

El material de la serie se basa en el espectáculo de stand-up de C.K. (que puede contemplarse en toda su extensión en la película "Hilarious") y combina sus dos "modos": un lado surreal que favoreció en sus primeros tiempos y otro más costumbrista/autobiográfico hacia al que ha derivado recientemente. La alternancia de tonos se corresponde con la de estilos narrativos: "Louie" renuncia al formato de episodio de veinte minutos y frecuentemente ofrece en el mismo capítulo dos cortos de longitud variable. El resultado, después de temporada y media, no ha dejado todavía de ser fresco y sorprendente. Más aún, su carácter de expresión intensamente personal y su interés por confrontar de manera casi temeraria los "grandes temas" han dotado a la serie de momentos de auténtica hondura como raramente han aparecido en la historia de la comedia televisivas.

Hace unos años los amantes del rock más purista tenían la máxima de que eres de "Louie, Louie" o eres de los otros. Yo soy de "Louie".

No hay comentarios:

Publicar un comentario