martes, 30 de agosto de 2011

El tamaño importa

(Iba a titular este post "Razones para estar irritado, parte 2", pero con la que está cayendo el tamaño de los tebeos parece algo demasiado trivial como para ser causa de irritación, como mucho de una vaga melancolía)
En las discusiones sobre la preferencia de ver las películas en versión original, o en pantalla grande y sala oscura, se encuentra subyacente la noción de un ideal platónico de la obra artística, a la que las distintas presentaciones o ediciones deben intentar acercarse lo máximo posible. Por supuesto, esta idea no se limita únicamente al cine, sino que está presente en los juicios sobre otras formas artísticas, y en particular los comics. Las reediciones de tebeos clásicos (o simplemente antiguos) son juzgadas, aparte de por la calidad intrínseca de la obra que presentan, por la calidad del papel, la traducción, la rotulación, la reproducción de las líneas y del color.

Últimamente se ha generalizado la molesta costumbre de reducir el tamaño de los tebeos, presumiblemente para ahorrar en los costes de papel e impresión (también se produce en ocasiones el fenómeno contrario, las ediciones "aumentadas" de material que nunca estuvo concebido para ser presentado a gran tamaño). Entiendo que en un mercado tirando a precario como el español los motivos económicos de los sacrificados editores (lo digo sin ironía) no pueden dejarse alegremente a un lado, pero precisamente en un mercado reducido en el que es tan fácil acceder gratuitamente a los contenidos, parece lógico cuidar la presentación, el objeto físico que resulta a fin de cuentas lo que distingue al tebeo que se paga del que se descarga gratuitamente. Me doy cuenta de que estoy siendo pesimista: doy por perdida la nostálgica pretensión de recuperar la época del tebeo popular de venta masiva, y me resigno a que sea un objeto de lujo para unos pocos. Más aún en el caso en cuestión, las reediciones de material clásico. Aquí, el tamaño importa, y en algunos casos mucho, aunque algunas editoriales se han especializado en otras formas de hacerlo mal incluso peores (traducciones incoherentes y reproducción defectuosa de los originales, por ejemplo),
Este año al menos dos de los tebeos que eran, sin necesidad de pensarlo dos veces, de Compra Obligatoria, se han convertido debido a su miniaturización en Compra a Regañadientes, en la que al paso por caja ha acompañado la molesta sospecha de que dentro de pocos años volveré a dejarme el dinero en los mismos tebeos. En cuanto al contenido, nada que objetar: "Las aventuras de Adèle Blanc-Sec" siguen siendo una gozada, y además el prometido tercer tomo traerá material no sé si inédito en España pero que yo al menos desconozco. Los números de "Supreme" escritos por Alan Moore son una continuación de su trabajo con Superman en los 80, y un homenaje al comic de superhéroes clásico que demuestra que tras el aparente rechazo que Moore ha mostrado a veces por el mainstream superheroico se encuentra el corazón despechado de un fan maltratado por una industria que nunca ha estado a su nivel.
Otra frecuente víctima del rayo reductor editorial ha sido durante los últimos años la obra de Jack Kirby tanto en Marvel como en D.C. El caso es particularmente sangrante porque la obra de Kirby se basa en el dinamismo y la potencia de un dibujo que, reducido de tamaño, queda poco menos que emasculado. La coincidencia del estreno de las películas dedicadas a "Thor" y "Capitán América" está haciendo de éste un año particularmente notable en la edición de la obra de Kirby en España y a diferencia de en ocasiones anteriores, en el tamaño adecuado, el de los comic-books originales. Como no todo pueden ser alegrías, la edición de "Relatos de Asgard" realizada por Panini (siguiendo la reciente edición americana) viene lastrada por otra de las plagas de la moderna edición de comics: el recoloreado. Partiendo de la base de que los colores originales están muchas veces perdidos y que estaban concebidos para un papel muy diferente del que se utiliza en las ediciones actuales, el recoloreado es frecuentemente inevitable; sin embargo, algunos editores han optado, en lugar de recrear en la medida de lo posible en color original, por "actualizarlo" para darle un toque más moderno (en el tomo de Panini llaman a la operación “remasterizado”). En "Relatos de Asgard", además de falso e innecesariamente efectista, el color parece estar reproducido con una intensidad excesiva que hace las páginas excesivamente oscuras, o eso me parece. Por lo demás, es una obra menor pero totalmente recomendable, en la que Kirby da la impresión de encontrarse perfectamente a gusto dibujando semidioses y otros seres mitológicos, y Stan Lee da rienda suelta sin recato a su rimbombante prosa falsamente shakespeariana permitiéndose incluso bromas como la despedida de uno de los capítulos, en la que incita al lector, "por el amor de Asgard", a no desenvainar su enorme espada.
Los otros dos tomos recientemente aparecidos están dedicados al Capitán América y abarcan distintas etapas de la evolución creativa de Kirby. El libro que recoge su trabajo para el personaje en los años 60, también escrito por Lee, permite, como “Relatos de Asgard”, seguir la evolución asombrosa de su creatividad en la época clave de los años 60. Este mes de Septiembre está anunciada la edición de la obra magna del tándem Lee-Kirby en esa época (la etapa de “Los 4 Fantásticos” de mediados de los 60) y aunque “Capitán América” no alcanza las mismas cimas es totalmente recomendable. El otro libro procede de los años 70, en los que volvió a Marvel tras unos años agridulces en D.C. Comics. Los entendidos no suelen tener en gran consideración los trabajos de Kirby en esta época, lastrado por sus problemas de vista y quizás el cansancio de alguien que ha recibido demasiadas humillaciones. Yo soy de los que pienso que, aunque no carezca de defectos y no alcance la grandeza de "Los 4 Fantásticos", el Kirby de los 70 es más él mismo que nunca, que hay una especie de depuración esencial de la "kirbycidad" en sus trabajos tardíos para D.C. ("Los Nuevos Dioses", "The Demon", "Kamandi") y para Marvel ("Capitán América", "Dinosaurio Diabólico", "Los Eternos" o su marciana versión de "2001"). Digamos que sus obras de los 60 son imprescindibles para comprender la historia del comic de superhéroes e incluso del comic en general, mientras que las de los 70 son imprescindibles para los fans de Kirby. Entre los que, por supuesto, me cuento.

En las últimas semanas ha saltado de nuevo a la palestra el litigio de Kirby contra Marvel (ahora parte del conglomerado Disney), en los que los herederos del Rey intentan que le sean reconocidos derechos por la creación de tantos personajes e ideas con los cuales se han enriquecido y continúan enriqueciéndose otros. La última sentencia, desfavorable para Kirby, insiste en la idea de sus empleadores, la de que su trabajo para Marvel fue simplemente un "trabajo de alquiler" (“work-for-hire”) por el que ya se le remuneró en su momento. La reacción casi unánime del mundo del comic americano ha sido de indignación, y Stephen Bissette ha propuesto boicotear las ediciones de las obras de Kirby realizadas por Marvel. Reconozco que, estando a favor de los herederos de Kirby en este asunto, no he podido resistir la tentación de comprar los libros antes mencionados y de recomendarlos, y que me gustaría contribuir a que futuras ediciones de las obras de Kirby fueran comercialmente viables en nuestro país. Pero, como en el caso de "Adèle" y "Supreme", lo que debería haber sido una gozosa compra obligatoria se ha convertido en motivo de dudas.

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