viernes, 25 de febrero de 2011

Chris Morris

Carlos Escolano ha tenido la amabilidad de difundir un texto mío a través de su blog. Se trata de una introducción a la personalidad y obra de Chris Morris, con la excusa del próximo estreno de su primera película, "Four Lions". El texto es largo y me temo que un poco pesado de leer, así que lo resumo en dos frases: "Chris Morris es un genio", y "Hay que ir a ver Four Lions". 
En cualquier caso, y dada la función de repositorio de este blog, lo dejo también aquí, con algunas ligeras correcciones, y también en scribd.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Túnez, Egipto

A veces alguien dice las cosas que uno piensa mucho mejor de lo que uno sería capaz de decirlas. Simplemente cito y traduzco, del blog de Ken McLeod, que por cierto tiene uno de los mejores nombres de la blogosfera: Los primeros días de una nación mejor.

En los últimos treinta años la humanidad ha existido únicamente como una especie animal. La ciencia adecuada para su estudio ha sido la zoología. De hecho, se han realizado grandes avances en ese terreno, especialmente a través del estudio del genoma. Pero la humanidad como animal político y racional murió en 1979, y fue al infierno. Allí hizo lo que hacen los condenados: atormentarse a sí misma y a otros. El instrumento de tortura ha sido la identidad. Si no vemos nuestras luchas parciales como parte de un proyecto general de emancipación humana, nos volvemos los unos contra los otros y peleamos por las migajas.

La semana pasada en la plaza de Tahrir miles de personas se pusieron de pie frente a una turba contrarevolucionaria y lucharon contra ella, metro a metro durante un largo día y una larga noche, con palos y piedras. En esas pocas horas demostraron en la práctica que la conciencia de los seres humanos puede cambiar la historia. Devolvieron al sujeto humano y la emancipación humana a la política. Ocurra lo que ocurra en el futuro próximo en Egipto, esta conciencia no desaparecerá. Todos podemos volver a ser humanos. Eso no significa que vayamos a amarnos los unos a los otros. Significa que podemos luchar unos contra otros por buenas razones.

Como alguien dijo en Twitter: "Ayer, todos fuimos tunecinos. Hoy todos somos egipcios. Mañana, todos seremos libres."

jueves, 30 de diciembre de 2010

Fin de año

Un año tirando a horrible en lo personal, lo político, lo social... y lo peor es que parece que vendrán otros que harán bueno a este. Pero, como siempre, ha habido libros, canciones, películas, comics y series de televisión para ir capeando el temporal.
Me había propuesto (la propuesta sigue en pie) acometer lecturas ambiciosas (leáse gordas). Este año han caído "Vida y destino" de Vasili Grossman y sobre todo, "2066" de Roberto Bolaño.
No ha sido un año muy brillante para mi lectura de comics. Lo que más he disfrutado procede del mainstream y aledaños: el final de "Planetary", la continuación de "Los muertos vivientes", un par de tomos de "Criminal". En manga, ha terminado "Pluto" y he descubierto a Shigeru Mizuki, que a buen seguro va a darme muchas satisfacciones en el futuro. Y en el Salón del Comic de Zaragoza el gran Gallardo me hizo un dibujito que prometo escanear y colgar por aquí.
Como de costumbre, siguen saliendo discos nuevos interesantes, la mayoría de los cuales me pasan por encima sin que me de cuenta debido a que ya no sigo la actualidad. Aun así, y reconociendo que no soy nada original, puedo recomendar lo nuevo de Arcade Fire, Deerhunter, Tame Impala, Broken Bells y seguro que me dejo muchísimas cosas que valen la pena. La canción del año ha sido "Fuck you" de Cee Lo Green. Eso sí, para mí el disco del año ha sido "The Promise", las canciones inéditas de Bruce Springsteen procedentes de las sesiones de "Darkness on the Edge of Town". Es mi época de Springsteen favorita y ya conocía los temas en ediciones piratas, pero ha sido un gustazo escucharlas en buenas condiciones.
Mi visionado de series de televisión ha estado marcado por el final de "Perdidos" (sentimientos ambivalentes), las cinco temporadas de "The Wire" (tan buenas como decían) y el curso sobre Nueva Ficción Televisiva en el que todavía ando metido. Además: "Community" está superando sus propios techos en su segunda temporada, y estoy, de manera un poco sorprendente, ansioso porque empiecen los nuevos episodios de "Parks and Recreation". Pero por encima de todo, este ha sido el año en que he descubierto al gran Chris Morris, sin el que me cuesta creer que hubiera vivido hasta ahora.
En cuanto a cine, me he esforzado en ir a las salas un poco más que el año pasado aprovechado que en Zaragoza los cines Aragonia de vez en cuando se descolgaban con alguna película en VO. No soy nada original y voy a destacar "La red social", "Toy Story 3" y la consagración de Apichatpong Weerasethakul (tenía ganas de escribir su nombre, ahora que por fin me lo he aprendido).
Al menos en estos temas puedo ser optimista y estoy seguro de que el 2011 va a seguir habiendo muchas cosas de las que disfrutar.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Dos novelas cinéfilas

He leído casi seguidas dos novelas que exigen (o al menos agradecen) al lector un conocimiento algo más que elemental de la historia del cine.

martes, 23 de noviembre de 2010

Motivos para estar irritado. Parte 1.

Ya me molestaba cuando se lo veía a Iñaki Gabilondo. En su informativo para la Cuatro de vez en cuando entrevistaba personalmente a un prócer. En mitad de alguna respuesta, había un corte y la cámara pasaba de enfocar al entrevistado a centrarse en el entrevistador escuchando la respuesta con gesto atento y reflexivo, quizás asintiendo levemente con la cabeza. Era un plano que no aportaba nada a lo que ostensiblemente era el objeto de interés, es decir, lo que el entrevistado tuviera que decir sobre el tópico en cuestión. Lo que nos comunicaba es que el entrevistador era también (si no más) un protagonista de la escena, y de que se trataba de un intelectual del mismo calibre que el entrevistado, capaz de mantener un diálogo de igual a igual en el que sus reacciones eran tan dignas de atención como las recíprocas. Ni que decir tiene que aquello me parecía un signo de un narcisismo atroz, apenas justificable en un periodista estrella de larga trayectoria, y reconocido prestigio y bla, bla, bla, pero bueno, era un toque personal en algo que se entendía como un informativo “de autor”.

Hete aquí que ahora todas, o la mayoría, o por lo menos demasiadas (no soy un estudioso de los informativos) las entrevistas que aparecen en los telediarios incluyen el contraplano del entrevistador escuchando con gesto serio y aparentemente comprensivo. No se trata de periodistas estrella, sino del último becario contratado; no están hablando con un Premio Nobel, sino con un ama de casa sobre el impacto en su cesta de la compra del precio del centollo o un propietario de bar al que se le ha inundado el local en las últimas tormentas. Parece más bien un apartado del libro de estilo de las cadenas, o algo que les enseñan a los licenciados de periodismo en la Universidad. ¿Qué está pasando aquí? ¿A nadie le parece raro? ¿Qué se pretende transmitir? ¿Una cara humana del periodismo?

jueves, 14 de octubre de 2010

Nobel

La noticia de la concesión del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa llega con la sensación de algo ya sabido, como si en realidad se lo hubieran dado hace quince años y ahora por algún motivo les hubiera dado por recordarlo. Nada más lógico, más evidente, que un Nobel para el que parece el novelista vivo más importante (más grande) en nuestro idioma. El premio honra a un autor cuya obra casi monumental honra a su vez al premio. En un foro leo una pequeña objeción, que puede resumirse en que, dado que no es probable que caiga otro premio a nuestro idioma en los próximos veinte años, Eduardo Mendoza probablemente se muera sin premio. De primeras, el comentario me resulta chocante: Mendoza tiene una imagen, cuidadosamente cultivada por él mismo, de autor ligero, de obras casi siempre menores, a excepción de su debut (“La verdad sobre el caso Savolta”) y de “La ciudad de los prodigios”. El resto de sus novelas han sido ejercicios abiertamente humorísticos (aunque el humor no ha estado nunca ausente de la escritura de Mendoza) como la popular “Sin noticias de Gurb” o piezas más indefinibles, de extensión pequeña o mediana y tono agridulce que contienen, para mi gusto, la esencia de su literatura, obras como “La isla inaudita” o la obra teatral originalmente en catalán “Restauración”.

Estas reflexiones me pillan a mitad de lectura de “Mauricio o las elecciones primarias”. En un principio, me parece una de las novelas menores de Mendoza, una astracanada en torno a un perdedor que se mueve en el ambiente de la política barcelonesa en los primeros años ochenta. Algunos diálogos graciosos, y el castellano magistral marca de la casa de su autor. Pero van pasando las páginas (tampoco muchas) y los personajes van ganando espesor, vida propia; las peripecias, que parecían acumularse al tuntún, cobran forma, aunque resulte difícil explicar cual es. Cuando llego al final, estoy conmovido e impresionado. Me sigue pareciendo sumamente improbable que vayan a darle nunca el Nobel a Mendoza, pero ya (de nuevo) me doy cuenta de que eso es un problema del Nobel, y que él es, casi disimulando, un autor mayor de nuestro idioma.

Bueno, dentro de veinte años quizás sea el momento para que el catalán obtenga su primer Nobel, y se lo den a Quim Monzó, que tampoco estaría mal.

martes, 21 de septiembre de 2010

Un extraño alto y moreno

“Conocerás al hombre de tus sueños” (You Will Meet a Tall, Dark Stranger) supone mi reencuentro personal con el cine de Woody Allen, cuyas películas recientes había seguido con interés decreciente hasta que, harto de las alabanzas a “Matchpoint”, película que me irritó de manera algo injustificada, dejé de verlas en absoluto. Por un lado, mis hábitos y circunstancias personales hacen que (como por desgracia muchas otras personas) vaya menos al cine que hace una década. Por otra, la prolificidad de Allen, que llueva o truene dirige una película cada año, y el que se trata de un “autor” en el sentido canónico de la palabra, es decir, un director que da vueltas a los mismos temas y obsesiones película tras película, ha provocado una saturación que se refleja en la indiferencia o directa hostilidad que muchos críticos muestran hacia él.
La reacción de la crítica ante las nuevas películas de Allen es un caso particular del caso general del artista de larga carrera cuya obra más relevante se produjo muchos años (incluso décadas) atrás. Recuerdo cuando era joven cómo se recibían los discos de Bob Dylan, antes del resurgimiento artístico y de apreciación que supuso “Time Out of Mind” en 1998 y que se mantiene desde entonces: con una mezcla de esperanza (sucesivos “retornos a la forma”) o vaga irritación porque el Artista siguiera ensuciando su carrera con obras que no añadían nada a su leyenda. La referencia era siempre “Blonde on Blonde” o “Blood on the Tracks", y los valores y cualidades que pudieran tener por sí mismas obras valiosas como “Desire” o “Slow Train Coming”, o desastres como “Down in the Groove” o “Dylan and the Dead” se pasaban por encima casi de puntillas.
Una tendencia natural del cerebro humano es imponer una narrativa a los hechos con los que trata. El cine reciente de Woody Allen formaría parte de un ciclo de decadencia iniciado, a gusto del crítico, en “Manhattan”, “La rosa púrpura del Cairo”, “Delitos y faltas”, “Desmontando a Harry” o “Matchpoint”. Otro automatismo crítico es aplicar a la obra de un autor en la parte final de su carrera cualidades testamentarias y buscar en ella una declaración definitiva sobre el hecho artístico. Considerada así, “Conocerás…” deja una impresión ciertamente amarga: en ella Allen muestra su lado más misantrópico. La brújula moral y psicológica de todos los personajes se mueve entre lo mezquino, lo vanidoso y lo ilusorio, y todos tienen en común la capacidad de engañarse a sí mismos. Una mirada atrás muestra que no se trata de un rasgo nuevo: la estupidez humana es uno de los grandes motivos de la obra de Allen, y las distintas variantes que presentan estos personajes en particular es aparecían ya en “Balas sobre Broadway”, “Maridos y mujeres” o “Delitos y faltas”. Una versión tan negra de la naturaleza humana sólo es soportable, y es el caso de esta película, con buenas dosis de humor, cosa que explica por qué los intentos más serios de Allen se han topado con la indiferencia o la hostilidad de público y crítica.
Aunque se le achaca que últimamente sus películas son “descuidadas”, Allen no ha perdido el pulso de narrador y sabe pasar de una historia a otra de forma ligera y provocando que el total sea algo más que la suma de las partes, que cada hilo de la trama refuerce a los demás y les sirva de comentario. Los protagonistas y sus historias van surgiendo en forma espiral a partir del centro en el que se sitúa la madre: están su marido y su hija, las parejas de estos y, a su vez, los intereses amorosos de estas parejas (en el universo de esta película el concepto romántico del amor habitual en el cine no pinta gran cosa). Quizás no pase al olimpo de las obras maestras del cine, pero me permito apostar unos euros imaginarios a que que en un par de décadas ésta y otras películas de la última época de Woody Allen serán revalorizadas.