viernes, 2 de octubre de 2009

Ahora dame todo tu dinero

Confirmado: en el final de “La semilla del diablo” (Roman Polanski, 1968) no aparecen las pezuñitas del bebé satánico. Como dijo Roberto Cueto en su seminario, hay un breve momento, casi subliminal, en que el rostro de Mia Farrow se encadena con la de una especie de diablo que procede de un sueño o alucinación que tuvo anteriormente, y después… nada. No hay planos del niño. La imagen que yo creía recordar (a falta de revisar la película completa, cosa que me gustaría hacer en algún momento del futuro próximo) fue conjurada por mi propia imaginación sugestionada.

Hace poco tuve ocasión de ver imágenes de varias actuaciones en la televisión inglesa de un mago llamado Derren Brown cuyos números se basan en el poder de sugestión de la mente humana. Una sencilla búsqueda en Youtube da como resultado decenas de videos, pero en beneficio de quien no sepa inglés, voy a describir uno especialmente interesante porque da al final una explicación de cómo funciona el truco. (Por supuesto, todo podría ser un montaje, pero ¿cual sería la gracia?)

Nuestro hombre ha invitado a su programa al actor Simon Pegg, el cual ha recibido instrucciones para que escriba en un papel un regalo que desee; se supone que Brown, "mágicamente" va a adivinar cual es ese regalo y dárselo allí mismo. Cuando llega Pegg, el mago le comenta que cuando hay que comprar un regalo para alguien es muy difícil adivinar qué es lo que la otra persona quiere, así que él emplea una táctica mucho más conveniente: compra lo que le da la gana y luego convence a la otra persona de que eso era lo quería desde el principio. Los dos tienen una breve conversación y pasan por fin al grano: Brown pregunta a Pegg cual era su regalo deseado. Una bici de montaña, contesta el actor. Y efectivamente, abren una caja que ha estado allí durante toda la conversación, y dentro hay una bici de montaña. El actor se queda adecuadamente sorprendido: ¿le han leído el pensamiento?

No, en absoluto. Brown le pide entonces que muestre el papel en el que había escrito lo que quería. “Una chaqueta de cuero” pone. Pegg no puede dar crédito a lo que ve: es evidentemente su letra, y el papel en el que recuerda haber escrito su deseo, pero él quería una bicicleta de montaña, no una chaqueta de cuero. Tal como le ha explicado al principio, Brown ha sustituido su recuerdo de cual era su deseo original por el que a él le interesaba.

A continuación vemos cómo, supuestamente, ha logrado esta hazaña, y no parece muy complicado. Durante los breves minutos de su charla, Brown se las ha arreglado para meter en la conversación las bicicletas de montaña de manera continua. Esto es posible porque en inglés “bicicleta” se abrevia como “bike”, y por tanto, cada vez que dice, por ejemplo, “by”, “buy” o “bye” (pronunciado bai), en realidad dice “bike” (baik), con una k apenas audible. “Bici de montaña”, se abrevia con las siglas BMX, y tampoco es difícil meter las letras B, M y X en la conversación. Y además introduce con aparente espontaneidad referencias a sillines, manillares, ruedas… Cada palabra “clave” se refuerza con un contacto físico, un amistoso golpecito. En los comentarios al video se mencionan otras técnicas (basadas en la hipnosis y lo que se llama programación neurolingüística, PNL) que utiliza Brown para conseguir su objetivo: por ejemplo su forma de estrechar las manos en el contacto inicial tiene al parecer como objetivo desarmar al interlocutor y dejarlo en un estado más receptivo a las influencias externas. En cualquier caso, la consecuencia que se extrae es que con un poco de habilidad en apenas tres o cuatro minutos se pueden cambiar los deseos y, peor aún, los recuerdos de una persona, sin que ella se de cuenta. Los internautas que comentan el video se centran rápidamente en cómo utilizar este tipo de técnicas para ligar, pero las posibilidades son inmensas, y terroríficas.

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